sábado, 18 de diciembre de 2010

¡¡¡DÍA INTERNACIONAL DE LAS MIGRACIONES!!!


Hoy se me ocurre establecer un paralelismo, quizá sea una utopía, quizá sea algo que por “x” razones nunca cambie pero en fín ahí va:

Creo que todos conocemos a alguien que no es de Madrid pero que lleva muchos años viviendo aquí, todos conocemos a alguien de Toledo, Salamanca, Córdoba, Valencia… y generalmente cuando hablamos de esa persona no decimos “Pepe el de Valencia” o “Clara la de Córdoba” les llamamos por su nombre y ya está. Si ya queremos especificar un poco más, sí que añadimos su ciudad de orígen. Repito que esto suele pasar con la gente que ya lleva muchos años viviendo en Madrid. Es decir, que ya está integrado en la sociedad madrileña.

Por otra parte: todos conocemos a alguien que no es de este país y lleva muchos años viviendo en Madrid, por lo tanto ya está integrado en la sociedad. Pero la mayoría de las veces en las que hablamos de estas personas las nombramos poniéndoles como apellido su nacionalidad, por ejemplo “Gray la dominicana”, “Walter el colombiano”, “Nico el rumano” …

Teniendo en cuenta que en estos casos hablamos de que ya están totalmente integrados en nuestra sociedad, ¿por qué tenemos esa tendencia a etiquetar? Quizá su acento los delate, pero es que a un valenciano o a un andaluz también, igual que las costumbres… ¿Es esta etiqueta un lastre, algo que ya de por sí los hace diferentes? ¿Somos nosotros los que hacemos diferentes a los extranjeros? ¿Simplemente es esa diferencia la que los caracteriza? ¿Es buena esa diferencia si montan en metro igual que nosotros, si van al médico igual que nosotros, tienen sus negocios propios o trabajan para otros igual que nosotros, si tienen ojos, piernas, familia…todo igual que nosotros?

Por cierto, nací en Salamanca y llevo toda mi vida viviendo en Madrid… ¿Alguien notó la diferencia?


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